Ricardo Vilchez Navamuel
Marvin Herrera Araya
Toda persona que abrace con profundas
convicciones la democracia en lo sustantivo y en lo procedimental y todo
partido de sólidos fundamentos democráticos, republicanos y humanistas deberían
levantar la voz – que resuene y haga eco en el continente americano – en favor
del maltratado pueblo venezolano, el que está sufriendo hambre,
desabastecimiento de medicinas y alimentos básicos, la muerte de sus niños y
ancianos, represión, desempleo, el cierre de fuentes de trabajo privados y, primordialmente,
la pérdida de sus libertades fundamentales y su derecho de manifestar sus
inconformidades a un gobierno autoritario, a punto de convertir a ese hermano
país interamericano – en la segunda década del Siglo XXI - en una dictadura que recurre a la fuerza y al
castigo de un pueblo que clama por sus derechos humanos, que ha mostrado
mayoritariamente su rechazo al Gobierno de Nicolás Maduro y que exige
pacíficamente la oportunidad de vivir dignamente en la tierra que lo vio nacer.
La tragedia humanitaria que vive este
pueblo venezolano no puede pasar desapercibida para los partidos, los congresos
nacionales, senados y países democráticos. Para satisfacción nuestra 34
expresidentes de países latinoamericanos, cuatro son de Costa Rica y dos de
España, sí han levantado su autorizada voz en favor del pueblo venezolano, de
la democracia, de las libertades fundamentales y de los derechos humanos.
Esta gravísima y reprochable
situación de Venezuela con efectos dañinos para su vida institucional, su ya
deteriorada economía, la cruda situación social y política de su pueblo, debe
llevar a los países democráticos del continente, firmantes de la Carta Democrática Interamericana, aprobada
en septiembre de 2001, ante la visible “alteración
del orden constitucional que (afecta) gravemente
su orden democrático” (Artículo 20), el de Venezuela, a solicitar la
convocatoria inmediata del Consejo Permanente para examinar, desde el ángulo
diplomático, la situación que vive este hermano pueblo. Órgano interamericano que, dependiendo del
curso de las gestiones diplomáticas del caso, podría tomar la decisión de “suspender a dicho Estado Miembro del
ejercicio de su derecho de participación en la OEA con el voto afirmativo de dos tercios de los
Estados Miembros. La suspensión entrará en vigor de inmediato” (Artículo
21).
Aceptando que la paz y la estabilidad
política y social de un país es necesaria para la paz y la tranquilidad de
países colindantes o miembros de una colectividad de países, es pertinente
citar aquí – en este breve llamado por la vigencia y promoción de la democracia
en el Continente – los dos primeros artículos de la susodicho Carta: “Artículo 1. Los pueblos de América tienen
derecho a la democracia y sus gobiernos la obligación de promoverla y
defenderla/La democracia es esencial para el desarrollo social, político y
económico de los pueblos de las Américas”. “Artículo 2. El ejercicio efectivo
de la democracia representativa es la base del estado de derecho…La democracia
representativa se refuerza y profundiza con la participación permanente, ética
y responsable de la ciudadanía en un marco de legalidad conforme al respectivo
orden constitucional”.
Resulta oportuno mencionar que la
Carta de marras en su articulado se ocupa de los derechos humanos, del
desarrollo integral, del combate a la pobreza, del fortalecimiento y la
preservación de la institucionalidad democrática y la promoción de la cultura
democrática. La pregunta que debe hacerse es ¿cómo responde el Gobierno de
Nicolás Maduro a estos alcances democráticos de la Carta firmada por su país en
el 2001?
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