Por Ricardo
Vilchez Navamuel
Cada vez más encontramos “políticos” que dicen no ser
políticos con el propósito de “vender” la idea de que no forman parte de la
clase política, sea porque se supone que la clase política forma parte de los
“únicos malos o corruptos”, como si no
encontráramos algunos otros actores de la sociedad que lo son: sea en el mundo
financiero, en las grandes industrias farmacéuticas, banqueros, profesionales,
empresarios, sindicalistas, prensa,
sistemas religiosos y un largo etc., que involucra todas las acciones del ser
humano. Lo hacen para evitar la
etiqueta, por populismo e inclusive, aunque no se crea, por revanchas, rivalidades y venganzas
personales. Sin embargo, una vez en la
arena política, aún sin quererlo, se vuelven políticos de bajo estándar.
Podríamos decir que hay algunas pocas excepciones, no por las
formas, si no porque terminan comprendiendo los deberes de ser políticos frente
al pueblo, se asesoran bien y terminan mejorando las economías de sus países cuando
logran acceder al poder y por tanto contribuyen a mejorar su desarrollo.
Una sola cosa que tienen esas personas en común con los
políticos tradicionales, es su ambición de poder, vistiéndola de diferentes
ropajes: sea como representantes del “pueblo”que prometen, una y otra vez, disminuir
la pobreza, la desigualdad, la injustica, etc., como si todo eso no fuera
compromiso u obligación de cualquier político o de quienes diciendo que no lo
son participan en los procesos electorales del país, ostentando la calidad de
candidatos a regidores, diputados o presidenciales.
No conocen de política en el buen sentido de la palabra, no
entienden de las formas, no entienden el lenguaje político y permanentemente
cometen errores. No saben hacer discursos políticos, por que hablan mucho de sí
mismos, de su autobiografía, algunos terminan aburriendo a los presentes, otros,
simplemente, entretienen a las masas ignorantes.
Se asesoran mal, no sabemos si lo hacen a propósito o por
ignorancia, pero lo hacen. Consultan con extraños personajes con los que por
alguna razón que desconocemos, tienen empatía. No quieren saber nada de la
gente que sí sabe de política, pareciera que
tienen cierta aversión a ellos y no les prestan atención, sean
políticos, economistas o especialistas en diferentes temas.
Casi unánimemente no escriben de política ni de economía ni
de desarrollo, porque son temas que no comprenden.
Nunca hacen aportaciones económicas personales, se mueven con
erogaciones de terceras personas y son poco o nulamente convincentes en la
búsqueda de aportaciones privadas.
La lealtad la consideran unidireccional hacia ellos, esta es
de una sola vía y no bidireccional. Cualquier persona que discrepe ya no es
leal, cualquier persona que tenga opinión personal pierde su confianza, tienden
a ser algo paranoicos y la mayoría tienen complejos de inferioridad.
A ellos los podemos encontrar en países como Venezuela,
España, Centroamérica y en otros países
de Latinoamérica y si se pone algo de atención los pueden encontrar también en
Costa Rica.
Moraleja, hay que tener mucho cuidado, estas personas terminan siendo malos políticos,
malos gobernantes y la gente debe de aprender a identificarlos.
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