UN
LLAMADO A LA JUVENTUD DE COSTA RICA Y DE AMÉRICA LATINA
Ricardo Vilchez Navamuel
Las alternativas populistas y radicales, no deberían por
ningún motivo, ser sustitutas de las
democracias liberales que, efectivamente, si tienen que mejorar en América Latina.
La gente en general y
la juventud especialmente, tienen derecho a la decepción en conducción y
desempeño de los políticos. Tienen derecho a repudiar cualquier tipo de
corrupción que exista, pero no deben de confundir este derecho con la falsa
creencia que un cambio por sí mismo
puede erradicarla, al contrario, si el cambio es hacia sistemas políticos
radicales, populistas o comunistas, la corrupción de seguro aumentará aunque el
mismo sistema se encargará de no hacerla visible. ¿Cómo? En primer lugar
coartando la libertad de prensa que es lo que han hecho por ejemplo en el caso actual
de Venezuela.
Costa Rica históricamente en este tema no ha sido la excepción, no es
cosa nueva. ¿O es que podríamos afirmar que
entre 1900 y 1980 no habían actos de corrupción? Claro que los había y
todos sabemos que podríamos hacer una
buena lista de ellos.
La decepción con los políticos y el repudio frontal a la corrupción no debería
ser solo con ellos. Hay que hacerlo en todos los ámbitos donde se dé. Por
ejemplo, donde más nos debería doler y donde más hay corrupción es en toda la
administración pública, donde mayoritariamente se carcome nuestro Estado
democrático, que interpretando mal el concepto del Estado Benefactor ha
multiplicado prebendas, gollerías y privilegios en casi
todas las instituciones. ¿Cómo? Sistemas de pensión privilegiados, salarios en
muchos casos desmedidos, el uso indebido de las incapacidades en la CCSS,
acudir a asesorías, incentivos desproporcionados a altos jerarcas en los bancos
estatales o manteniendo instituciones como el Consejo Nacional de Producción y la “refinería” de RECOPE, que de refinería le
queda solo el nombre y un gran etc.
La corrupción ha sido parte de la historia humana, es una
realidad y seguirá existiendo simple y llanamente porque no hay seres humanos
perfectos. La corrupción en general y
con carácter universal la podemos ver en las burbujas inmobiliarias, en el
mundo financiero y bancario, en las farmacéuticas, en la industria de armas, en
las administraciones de los sistemas religiosos, en la prensa con sus juicios mediáticos, etc.
Gracias a la democracia y a la libertad de prensa y política,
los medios de comunicación pueden y deben denunciar cualquier acto de
corrupción que se dé en cualquiera de los casos, cosa absolutamente indispensable
y necesaria.
Esto es lo que debemos de exigir, una mejora en toda la
acción política y en la administración pública, una mejora en todo nuestro
sistema democrático sin arriesgarnos a hacer cambios con gente radical o
populista.
Los jóvenes deberán de aprender a comprender el trabajo de
los medios de comunicación que por su naturaleza “busca la noticia” donde más
impacto pueda tener y como consecuencia de eso focalizan sus baterías
mayormente en los políticos. Deberán comprender e interpretar que las denuncias
de actos corruptos no significan echar abajo a la democracia y a lo que hemos
construido con tanto sacrificio.
Están nuestros jóvenes
dispuestos a correr el riesgo de perder sus libertades? ¿Por qué no exigir
democracias como la noruega, la finlandesa, la sueca o la suiza? ¿No merecemos la posibilidad al
menos de soñar con ello?
El “cambio” jóvenes,
simplemente por el cambio, no es
la única alternativa y mucho menos si el cambio es hacia sistemas políticos
obsoletos.
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