DE LA MALDAD Y EL AMOR
Por Ricardo Vilchez Navamuel
Aunque reconocemos que es un concepto relativo, el mal según le entendemos a Platón, es lo que no involucra la idea del bien, cosa con la que nos identificamos completamente.

Lo evidente no siempre es la verdad y la maldad es un ejemplo de ello. ¿No podría ser más bien que la maldad es parte de la experiencia humana? ¿No podría ser más bien que algo aparentemente evidente de nuestra experiencia humana -como la maldad- es únicamente una parte de la totalidad de ella?
Si miramos la experiencia humana desde una perspectiva meramente superficial y material la maldad es una realidad lamentable. Sin embargo, si tomáramos conciencia y comprendiéramos que a la par de ello existe una experiencia que podemos llamar espiritual -que no es tan evidente, pero que es real- entonces la perspectiva conceptual de la maldad cambiaría por completo. Esto requiere de una convicción absoluta.
El AMOR es una energía sutil y poderosa al mismo tiempo; no es evidente, pero… ¿Quién puede dudar que existe? ¿Qué es real? Materialmente no es comprobable, no la podemos cuantificar, ni medir –por ahora- y sin embargo existe. ¿No es algo que anhelamos e intuimos todos?
Abajo, algunos párrafos de una carta que le envía Albert Einstein a su hija Lieserl.
“Hay
una fuerza extremadamente poderosa para la que hasta ahora la ciencia no ha
encontrado una explicación formal. Es una fuerza que incluye y gobierna a todas
las otras, y que incluso está detrás de cualquier fenómeno que opera en el
universo y aún no haya sido identificado por nosotros. Esta fuerza universal es
el AMOR.
Cuando los científicos buscaban una teoría unificada del universo olvidaron la más invisible y poderosa de todas la fuerzas. El Amor es Luz, dado que ilumina a quien lo da y lo recibe. El Amor es gravedad, porque hace que unas personas se sientan atraídas por otras. El Amor es potencia, porque multiplica lo mejor que tenemos, y permite que la humanidad no se extinga en su ciego egoísmo. El amor revela y desvela. Por amor se vive y se muere. El Amor es Dios, y Dios es Amor.
Sin duda alguna intuimos que algo
maravilloso como el AMOR existe; sin embargo, en la práctica, en el día a día,
masivamente, todavía no hemos logrado alcanzarlo plenamente; prima el temor, la
angustia, el apego, la envidia, el egoísmo, el sufrimiento, los intereses
personales y el sálvese quien pueda. Al mismo tiempo, también es verdad que disfrutamos de ese sentimiento prodigioso
en ocasiones fugaces. Gracias a esas efímeras oportunidades –aunque sean tantas
las penas, el dolor, el sufrimiento, la enfermedad y la injusticia-, cada uno
de los chispazos de AMOR que nos acarician, logra aliviar nuestras almas.
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